Era la madrugada de un dos de febrero, corría 1980, en Madrid el
movimiento estudiantil estaba muy activo y comprometido contra unas leyes
injustas de educación del Gobierno de aquellos momentos; cierres de institutos
y universidades, detenciones, apaleamientos, aunque algo superaría a la
represión, un comando fascista secuestró a Yolanda González Martín, tenía 19
años, y después de torturarla, la asesinaron en un descampado próximo a
Alcorcón. Fue un crimen de odio, la seleccionaron por su liderazgo en el
movimiento estudiantil, era de la coordinadora de Enseñanzas Medias, militante
del Partido Socialista de los Trabajadores y nacida en el País Vasco. Sesgos
esenciales para sus asesinos. Con su muerte a todos nos asesinaron un poco,
nuestra movilización estudiantil, en medias y universidad, sufrió su mayor
golpe y el país entero, una gran conmoción.
Yolanda González estudiaba electrónica en el Instituto de Formación
Profesional de Vallecas, era una comprometida militante de izquierdas y desde
su matriculación lucho por los problemas de los estudiantes y la falta de
democracia impulsando la Coordinadora de Enseñanzas Medias y Formación Profesional
frente al Estatuto de Centros. En las universidades, otros denunciábamos la Ley
de Autonomía Universitaria y seguíamos reivindicando con fuerza una consigna
que resumía todo: “el hijo del obrero a la universidad”. Tras distintas
movilizaciones, el 13 de diciembre de 1979 se realizaron dos manifestaciones,
por la mañana una de universidades y por la tarde, otra de sindicatos, en ambas
asisten los compañeros de “medias”. Masiva por la mañana, donde participó
Yolanda, y todo un éxito. Por la tarde, tras una represión salvaje cerca de la
Glorieta de Embajadores, los disparos de unos policías mataron a los
estudiantes José Luis Montañés y Emilio Martínez.
Sin embargo y pese a la conmoción
social, el horror no acabaría ahí para el movimiento estudiantil, como tampoco
empezó en ese momento como confirma la represión y los asesinatos fascistas de
bastantes estudiantes, entre ellos Carlos González (1976) recordado en el
retrato mural de la Facultad de Económicas, a la entrada de Somosaguas. No
obstante con Yolanda se superó todo lo inimaginable, no solo podías recibir
palizas y disparos en manifestaciones, ya era posible que te secuestraran en tu
casa a punta de pistola, que te torturaran y que te dispararan hasta matarte en
un descampado de Madrid. Algunos, hay que confesar, no lo hemos superado.
No nos extrañó conocer quiénes eran sus
asesinos, sabíamos que fueron ultraderechistas, aunque no conocíamos su
identidad hasta que detuvieron a Emilio Hellín e Ignacio Abad, militantes de
Fuerza Nueva, como principales autores, junto a otros miembros del comando. Lo
reivindicaron como “Batallón Vasco Español” aunque siempre supimos que eran los
nazifascistas que nos atacaban, y como luego se demostró en los tribunales, con
conexiones con los sectores ultras de las fuerzas de seguridad del Estado. La
lucha estudiantil aunque continuó, fue debilitándose, parecía que teníamos que
entender que era un coste de una transición que no ilegalizó al fascismo y que
no castigó a torturadores de la dictadura franquista, mientras toda la ultra se
exhibía con arrogancia contra la movilización social y los valores
democráticos.
Los asesinos de Yolanda fueron
condenados, Hellín a 30 años y Abad a 26, y el primero gozó de permisos al poco
tiempo, escapándose varias veces, hasta esconderse y cobijarse en otra
dictadura, en Paraguay, al amparo del régimen fascista Alfredo Stroessner,
donde montó una empresa Informática y trabajó para una cooperativa militar,
hecho conocido en la embajada española de ese país pues allí se inscribió a
primeros de 1987. Tras la denuncia en España del Partido Socialista de los
Trabajadores y con 20.000 firmas de apoyo, fue detenido por la Interpol y
entregado a España donde ingresó en prisión en 1990, aunque fue absuelto (!) de
quebrantamiento de condena por su fuga. La madre de Yolanda señaló a Efe:
“Espero que cuando el asesino de mi hija vuelva al lugar del que nunca debió
salir se hayan acabado todos los permisos para él”.
Permisos, juzgados de vigilancia,
seguridad, gobierno, reducciones de condena en favor de Hellín y del resto de
los condenados….hay tantas cosas que nunca se aclararon. Hellín fue condenado a
43 años, tras quebrantar condenas, no se sabe cuánto cumplió, aunque los medios
de comunicación calcularon poco más de 13 años pues desde 1995 solo iba a la
cárcel a dormir y al año siguiente fue puesto definitivamente en libertad. Pese
a preguntas parlamentarias al respecto, nadie contestó nunca de manera oficial.
No obstante la sorpresa saltó el 24 de
febrero de 2013, el reportaje “La vida oculta del asesino de Yolanda”, en el
periódico El País, revelaba que Emilio Hellín había cambiado su nombre por el
de Luis Enrique y que era uno de los principales asesores del Servicio de
Criminalística de la Guardia Civil, sorprendiendo su asistencia como perito en
la Audiencia Nacional, lo que llevó a la oposición en marzo de ese mismo año, a
promover una proposición no de ley sobre actuaciones en relación con la
prestación de servicios para las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado de
un condenado por el secuestro y asesinato de Yolanda González.

Perplejos por la realidad, la familia,
sus amigos y compañeros de Yolanda, de partido o del movimiento estudiantil,
seguimos reclamando memoria, justicia y reparación, algo que es una asignatura
pendiente para tantas personas que sufrieron represión y crímenes de odio en un
tiempo donde luchar por los derechos conllevaba el riesgo de poder ser
apaleado, detenido o lo que es más terrible, perder la vida como muestra el
paradigma de nuestra compañera Yolanda González.
En memoria de Yolanda y recordando este
abyecto crimen: querida compañera descansa en paz y si te llegan nuestras
palabras para mejor homenaje, tu lucha es la nuestra y aún continúa.
Esteban Ibarra es Presidente de Movimiento contra la Intolerancia