Mandela siempre vivirá en nuestro compromiso.
Ha muerto un hombre, Madiba, pero no
su legado, su espíritu de compromiso en la lucha por la dignidad del ser humano
y sus atributos de libertad, igualdad y solidaridad, en el combate por un
África próspera, fraterna y sin guerras, en el empeño por una humanidad más
humana que practique la Tolerancia.
Murió en su casa y decidió no hacerlo
en un hospital rodeado de aparatos e implementos, decidió en la soledad con los suyos negar la foto de
su final al oportunismo hipócrita que busca legitimidad en ese último soplo de
vida para tapar vergüenzas y responsabilidades hacia ese continente que desangran con sus acciones egoístas, poderosas
y criminales.
Murió luchando, ahora contra
enfermedades, como lo hizo toda su vida, defendiendo la libertad de su decisión
y de los suyos, consciente del uso hipócrita-propagandístico que hacen de su
persona quienes son responsables del avance del racismo, del odio y la
intolerancia en el mundo entero, bien por su indolencia o por su interés
directo en que así sea, pues ese “todos contra todos” es el ideal del gobierno
antidemocrático del mundo.
No obstante Mandela vivirá siempre y
lo hará porque su mensaje de compromiso llegó, hace tiempo, a las mentes y
corazones de buenas gentes, de gentes
que entienden y hacen
suyo el combate sempiterno de la libertad e igualdad, y no a los oportunistas
de la propaganda que hoy se dan golpes en el pecho, los mismos que antaño
mantuvieron durante decenas de años el régimen del Apartheid hasta que la lucha
acabó derribándolo, y que hoy discriminan en sus países a las minorías étnicas
y sociales, o a otros partes del mundo
que son nutrientes en recursos necesarios para su acumulación de capital.
Los símbolos de libertad, igualdad, de
lucha contra la opresión, de la solidaridad, siempre han querido ser
recuperados por el poder, desde Espartaco hasta Mandela, pasando por Ghandi o
Martin Luther King y tantos otros, para evitar que les dañen y para poco a poco
fagocitarles. Asistimos al mismo proceso,
hoy todos los poderes del mundo rinden homenaje al hombre, al Khulu Madiba,
pero no son congruentes con su espíritu, el de la liberación del ser humano. Al
revés, su hipocresía tiene en el ascenso del racismo, la xenofobia, el
antisemitismo, la islamofóbia, el antigitanismo, la homofobia, el neofascismo y
la intolerancia en Europa, una evidencia de su realidad. Lo mismo sucede con el
ascenso de los integrismos, fundamentalismos, de los nuevos y neo-viejos
dogmatismos y de las conductas que hacen invivibles muchos lugares del mundo.
Esa hipocresía del poder mundial, lo
confirman más de sesenta guerras actuales, siempre por intereses económicos,
por petróleo, uranio, coltan, agua, diamantes y en general por el control
recursos, o por intereses de dominio geo-estratégico cara a mantener el poder
de los de siempre, a mantener la gestión antidemocrática del mundo que por su
naturaleza es antihumanista. Un detalle también lo confirma, pues algunos
poderosos mantuvieron hasta 2008 a
Mandela, en esa calificación infame de personas terroristas.
Sin embargo, más allá del uso por la
hipocresía simbólica, Mandela vive entre nosotros fiel a sí mismo porque
inoculó un espíritu de compromiso, de lucha, de resistencia, combate y defensa,
de reconciliación desde la verdad y de progreso humano, para nuestra generación
y a las venideras. Defender la dignidad intrínseca de las personas y sus
atributos, defender la universalidad de
los derechos humanos, promover la tolerancia, la justicia social y los valores
democráticos, y hacerlo siempre, durante toda su vida, desde los 27 años de
cárcel en Robben Island o desde la libertad de Soweto, en colisión con su vida
personal o en armonía, buscando camino, a veces y obligado desde la rebelión armada frente a la
dictadura criminal racista, otras veces, la mayoría, desde la sufrida y
efectiva no-violencia, y al final,
tendiendo la mano al adversario aunque siempre desde la firmeza y no abdicación
de su convicciones humanistas y revolucionarias.
Este es su legado: un compromiso en la
lucha continua por la dignidad de las personas y en defensa de la Tolerancia y de los valores universales democráticos y
humanistas, y su mensaje que resume el poema escrito en la cárcel: “Desde la noche que me envuelve, / negra
como un pozo insondable, / doy gracias al dios que fuere / por mi alma
inconquistable”
Esteban
Ibarra
Presidente
Movimiento contra la Intolerancia